Thursday, May 29, 2008

Trabajar en la selva del Perú: Áreas Protegidas. La Reserva Nacional de Tambopata

Un mes

La sensación: variada; en el papel: dudas, preguntas, negociaciones inconclusas, promesas por cumplir, ideas que aterrizar; la realidad tiene el rostro que le ponemos.

Para quienes me han hecho favor de mandar mensajes, primero una disculpa muy grande. Es lamentable y falto de cortesía el no responder. Sólo puedo pedir disculpas y un poco de calma, mi vida ha dado un giro (esperado pero fuerte) que aún no logro manejar. Lo que estoy haciendo en este momento es una mezcla de vuelta al pasado, combinado con sueño de futuro e identificación de realidad. El turismo es en efecto, un bicho raro.


Me gustaría pensar en Jack London, pero la realidad es otra: no estoy hacieno nada que se parezca a una aventura extravagante, un viaje indescriptible, una jornada iniciática o una partida desde el origen. Espero que London se haya dicho lo mismo cuando fue a trabajar en las minas del norte de América, porque si no, estoy… sin palabras.

Para aquellos que imaginan que Samuel anda trepado en los árboles dominando fauna salvaje e imitando el grito de Tarzán para dominar la jungla, lamento decepcionarlos. Samuel es cargador, plomero, relacionista público, mozo, camarero, barman (abstemio), ayudante de sistemas, machetero… todo y nada.

Samuel está trabajando entre 12 y 16 horas al día por mil dólares al mes. ¿Les parece justo? Sé que muchos de los que me estiman se dicen una vez más que estoy loco, que sigo sin darme cuenta de lo que valgo o que me gusta regalar mi chamba. Sí, tal vez. Hace unos días, mientras apretaba el tubo de desagüe del lavabo de uno de nuestros 8 baños, me preguntaba si para esto había estudiado ya casi 20 años de mi vida; lo mismo sucedió cuando tuvimos que traer cargando el pedido mensual desde el muelle, que está a unos 600 metros del albergue, empujando una carreta, como en el medioevo, sobre el barro y el agua; sobre ramas y raíces. Pero Jack London me obsesiona y me digo que para hacer un buen libro, hay que vivirlo primero y así, cuando cuente mi historia, todos sabrán que es más parte cierta que parte mentira.

En la semana me dieron mi primera propina como gerente. Antes aún de haber firmado mi contrato (creo que le debo un poco a la empresa, pero más al ministerio del interior los requisitos para tener un permiso de trabajo), esos 20 dólares que me diera un gringo en la mano me hicieron reflexionar: paga más rápido el que da propina que el salario mismo. Se supone que hice bien mi chamba y logré que los “pasajeros”, como se llama a los turistas, la pasaran bien. ¿Una especie de bufón moderno?

Sí, el turismo es un bicho raro. Mientras unos se divierten, otros se levantan a las 4 de la mañana a prepararles el pan. ¿Hay un problema en ello? Desde mi óptica, que quienes hacen el pan deberían tener el derecho de divertirse también, solamente. Pero no, todos sabemos que no es así. La mayor parte de las operaciones de turismo exigen horarios demasiado fuertes a su gente. No, no los veamos como los malos de la película: ellos también compiten por precio y buscan resultados óptimos. Ellos también dependen de los tiburones que comercializan… la misma e interminable cadena de siempre. La sostenibilidad es, como dicen en buen peruano, “una huevada”.

Pero al mismo tiempo, acá no hay teléfono, el internet funciona unas cuantas horas al día, la electricidad se tiene unas 5 horas. Estoy lejos, alejado, exiliado, y eso me gusta. Es siempre que hay un precio que pagar, ¿no? Para estar en el culo del mundo eres explorador, investigador de naturaleza o empleado de un albergue alejado. Bueno, también puedes ser mono, gorila o ballena, pero el ADN mezclado aún no está disponible en el mercado.

Para los que aún tienen un poco de duda sobre mis actividades, lo más práctico sería decir que estoy a cargo de un albergue en la mitad de la selva: tienes tu parte administrativa (hacer pedidos, revisar inventarios, hacer cobranza, hacer la logística) y de turismo (desde que llega, come y, al más puro estilo foxista, se va, el pasajero) y tienes otra que es de la jungla: tienes que lidiar con murciélagos que se meten en la infraestructura de la construcción, colmenas en tu habitación, lavar tu ropa, ponerla a secar y resecar porque llueve mucho, caminar los senderos y mantenerlos limpios para que los pasajeros no se piquen un ojo cuando andan por ahí. Ah! También están los Guacamayeros. En este sitio hay un proyecto de manejo de guacamayos y una buena media docena de investigadores. El albergue se encarga de proveerles alimentación y un poco de transporte a algunos de los puntos cercanos. A cambio, ellos dan charlas hablando del proyecto y así los clientes saben que apoyan también a una empresa con conciencia de cuidado hacia los guacamayos (ara macao, es el nombre científico de los que también llamamos papagayos).

Estos últimos me dijeron que me enseñarían a subir a los árboles pues ellos lo hacen para monitorear los nidos, sin embargo, con la chamba y las actividades, no ha habido mucha oportunidad. Sólo escalé como 3 metros de altura y luego tuve que salir corriendo a no sé qué cosa…

Bueno, anexo unas fotos para que vean un poco el sitio y espero que en el futuro les pueda hacer llegar un poco más de información… Un abrazo y saludo para todos.









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