Thursday, November 23, 2006

Lugares recónditos del Perú. El Cañón del Cotahuasi y paso por Arequipa

Bienvenido a este viaje, por las profundidades del Perú. Profundidades, por las características del Cañón de Cotahuasi, pero también porque uno llega a pueblos tan perdidos en la sierra que pareciera llegar a los límites de lo habitado. Son también hondos porque cuando uno los observa con detalle y convive con su gente, puede comprender muchas de las características de este país.









Salimos de Arequipa en dirección a Cotahuasi, denominado el cañón de mayor profundidad en el mundo (ahhh, esta manía que tenemos los humanos de querer ser siempre los más, los primeros, los únicos… como si eso realmente hiciera diferencias en la vida). El recorrido sólo toma 10 horas desde Arequipa y se parte a las 5 de la tarde para llegar hacia las 3 de la mañana. Tuvimos un leve retraso porque nuestro chofer manejaba terriblemente mal y hubo quien se quejó de ello. La policía tuvo que constatar que no estaba borracho, sino que ese era “su estilo”

Sanos y salvos, una vez en Cotahuasi, nos reportamos al trabajo de Juan y de ahí partimos hacia Tomepampa, sede de otro de los centros de operación de esta ONG. Las mochilas, como muestra la foto, viajan en el techo, acompañadas de borregos, víveres y más maletas.




Permanecimos ahí una noche y al día siguiente, fui a reconocer los alrededores. Hice un par de fotografías del pueblo, y al volver recibí, junto con Vivian, una voluntaria suiza, instrucciones de sitios que iríamos a visitar para tomar datos y generar nuestras impresiones que después reflejaríamos en un documento.



Un día más tarde fuimos, en compañía de Juan, a visitar los alrededores: conocimos la cascada de Sipia, así como un par de puentes colgantes del área. Aunque a veces las distancias parecieran cortas, había que tomar la invitación del anuncio fotografiado, para ir a almorzar en Pampamarca o Charcana con muchas reservas, pues con tan pocos autobuses públicos, uno corre el riesgo de tener que caminar por horas, antes de llegar a sitio conocido.





Al día siguiente por la mañana salimos hacia Taurisma, donde varios simpáticos personajes insistían en participar en nuestro acervo fotográfico. Desde los más pequeños a los adultos; desde los más sobrios hasta los mas mareados. Un símbolo inequívoco de que el turismo es aún bienvenido es que la gente quiere posar. Veremos qué pasa en tres años más.



De Taurisma, viajamos hacia Huaynacotas, donde conocimos a Silos Domingo. Él nos consiguió alojamiento por sólo unos soles, así como comida. En Huaynacotas pudimos caminar un poco para conocer un sitio arqueológico y observar, desde lo alto de la montaña, las maravillosas andenerías que son un excelente ejemplo de cómo los pobladores andinos han logrado, con el paso de los años, encontrar la manera de cultivar en sitios tan escarpados


En Huaynacotas visitamos, además de los sitios cercanos, la escuela, donde el señor director nos hizo favor de recibir y contar un poco sobre la realidad educativa, el manejo de la institución, y el orgullo de capitanear un centro campeón en danzas tradicionales. A pesar de estar en la lejanía de la montaña, la institución cuenta con un “centro de innovación” en que los estudiantes pueden hacer uso de computadoras (y… vaya innovación, jugar al pac-man, al flipper, o copiar diseños de hojas y aplicarlos a Word).



Desde Huaynacotas hicimos uno de los viajes más interesantes: 13 horas de caminata-cabalgata para llegar a la laguna de Huanzococha. Los paisajes eran impresionantes y la altura de casi 5 mil metros. A pesar del cansancio y de la caminata (por suerte teníamos caballos disponibles), pudimos observar un poco de fauna, conocer gente que mientras pasta el ganado puede ponerse a trabajar en el telar, así como a un par de llamas muy coquetas.





Desde Huaynacotas nos desplazamos hacia Pampamarca, no sin antes pasar por el balneario de Luicho, donde se disfruta de unas deliciosas y claras aguas termales. Por sólo 5 soles se puede permanecer todo un día en una alberca cubierta, prácticamente sin gente. Algo para descansar después la larga caminata.

Un poco después abordamos un autobús que nos llevaría de vuelta a Cotahuasi, donde transbordaríamos hacia Pampamarca. Dados los escasos medios de comunicación, las combis van casi siempre saturadas. Lo interesante de esto es como dijo Alejo Carpentier: "No ver el número de muertos, sino el de sobrevivientes" (él hablaba de las guerras y yo de los accidentes, pero igual, creo que aplicaría la frase)



El camino hacia Pampamarca se hace bordeando una pared casi vertical, por lo que el autobús hace muchos zig-zags en la montaña. El peligro se olvida, al menos temporalmente, gracias a la belleza de los paisajes.



Desde Pampamarca se puede visitar el mirador de la cascada de Uskuni, (donde perdí la funda del objetivo de mi cámara, pero a cambio espero tener unas fotos excelentes), y un poco más alejado el bosque de piedra, al que se llega después de subir casi una hora. El paisaje es casi lunar y realmente digno de visitarse, aunque estuviera dos horas más lejos.



Desde Pampamarca, nos dirigimos de nuevo a Cotahuasi, para hacer una breve escala, retomar fuerzas y dirigirnos de vuelta hacia el fondo del cañón: el pueblo de Alca y después a Puyca.







Como parte final de este viaje por el cañón, y antes de la vuelta a la ciudad de Arequipa, tuvimos la oportunidad de hacer otra larga caminata (13 horas más), para ir a admirar las puyas de Raimondi: unas enormes plantas circulares, una variedad de cactus, de unos tres metros de largo que producen un enorme tronco central, una especie de inflorescencia que llega a medir hasta 10 metros de alto. Desafortunadamente, los habitantes de la zona las queman y utilizan como alimento, por esta razón no alcanzamos a ver ninguna en su estadío pleno de crecimiento (toma hasta 80 años su maduración). Si me encuentran en la segunda foto, tienen excelente vista.








De vuelta a Cotahuasi descansamos un par de días, preparamos algunos documentos que serían nuestro aporte como voluntarios y viajamos de vuelta hacia la gran ciudad: Arequipa (es increíble cómo los parámetros de lo que es grande-pequeño, saturado-vacío cambian de acuerdo con cada lugar que se visita). En el camino fuimos favorecidos con una hermosa tarde roja (demasiado movimiento para una cámara digital) y una bella vista del volcán Solimana.



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