Tuesday, March 13, 2007

Los Colores del Circuito Sur: Arequipa, el Valle del Colca, Puno, Valle Sagrado...

Naranja, como el sol que cae cuando viene el atardecer en la costa del Perú. Los rayos comienzan a caer y se dibujan suavemente sobre el mar en calma; las aves vuelan dando gritos de despedida al astro reyViajar, viajar, viajar.... ¿ acaso será ese mi afortunado destino o es sólo un gozo temporal ?

Estos son algunos de los colores que se ven en el circuito sur del Perú: todo inicia en Lima y continúa en el siguiente orden: Paracas-Nasca--Chala-Arequipa-Cañón del Colca-Puno-Cusco-Valle Sagrado-Abancay-Puquio-Paracas-Lima.

Esta pequeña selección busca evitar las clásicas fotografías y centrarse en una mezcla de tonos... espero que la disfrutes.




Estamos en la búsqueda de mezclar color y letras... ¿ se te ocurre algo ?

Piensa y si no llegas a nada.. sólo pasea el mouse sobre la foto: aparecerán las letras que intentan describir el momento.



Negro, como los ojos de estas decenas de seres que encontramos en una de las mil tiendas donde Ali-Babá encontraría cualquier cantidad de recuerdos de Arequipa y de sus bellos cañones, con sus miles de metros separando el fondo de la punta.

Verde-marrón, como la mezcla de los tonos que se crean en las terrazas del Cañón del Colca. Horas y horas de trabajo pasan sus pobladores para hacer los escalones gigantes que permiten a la agricultura esa diversidad. Cultivos que van desde los mil doscientos hasta los tres mil quinientos metros sobre el nivel del mar.


Rojo encendido, como el detalle de un sombrero tradicional del Colca. Si uno observa con precaución la inmensidad del campo, podrá ver cómo, entre lo verde de los cultivos, deambulan piezas como éstas, en las cabezas de sus orgullosas mujeres...

Y si de orgullo se trata, podría ser multicolor como este: basta con mirar a sus habitantes. A pesar de la desafiante altura, el ser humano tiene su lugar en el paisaje: poblados como el de Pinchollo, donde las mujeres producen sus propios vestidos y los prestan, gustosamente, a los turistas que desean posar con ellos.
Dorado, como el ridículo sombrero que te dan para que festejes, en la mitad de un paisaje eminentemente andino, el año nuevo bailando tap a la Fred Astaire y vistiendo unos lentes chinos producidos por millones y millones... afortunadamente existen los excéntricos que salen del molde... justo para caer en otro: año nuevo a la James Bond.
Platino, como el instrumento diabólico que utilizan en los bares para emborrachar a los comensales que piden pisco tras pisco, o margarita tras margarita, que al final, a la hora del 'emborrachamiento', la bandera es lo de menos cuando el color sigue siendo de alcohol para turista feliz

Amarillo-Azul-Indigo-Púrpura, como las alturas del cañón: a más de 4 mil metros, las llamas pastan y se reúnen con las vicuñas, mientras en el horizonte las montañas se pintan de verde-azul y los cielos azules se tapizan de nubes blancas: no, no es un cuadro surrealista del impresionismo, es simplemente el Perú

O en gama de verdes con efectos de convexo versus cóncavo: color de terrazas de fortaleza de Písac, en el Valle Sagrado; visión de ojo egipcio, muestra de la arquitectura y el diseño Inca

Gris acerado, como las piedras maravillosas que se encuentran en el Santuario histórico de Machu Picchu, el coloso de las montañas y el orgullo de los humanos de la América del Sur y del mundo: en perfecta disposición con la sierra que le rodea, en el punto exacto entre la montaña y la ceja de selva. El espacio de los soñadores que ha sido copado por los millares de turistas que lo pisotean cada día... ¿quedará algo al final de este decenio?
Gris oscuro: color de sombras que tapizan la inmensidad de los andes: no importa dónde te encuentres, el Apu (la montaña-Dios) te acompaña y está siempre cerca de ti. A mil, dos mil o cinco mil metros, las nubes, la carretera y el verdor se reúnen en un  paisaje de curvas cerradas e interminables... 17 horas de Lima a Cusco por tierra, ¿te animarías?

Amarillo quemado. El color del refugio en el que pasamos el año nuevo. Ahí, donde nadie se lo esperaría, en un lugar de la montaña a 3 mil y algo más, una impresionante estancia con aguas termales, habitaciones de lujo, sistemas de calefacción solar, desayunos finos y todo tipo de bebidas... ¿pobre, el Perú?
Amarillo Pato, como el de estos Barquitos chocones que osan disturbar la uniformidad de colores del Lago sagrado del Titicaca: siempre habrá un ocurrente que rompa la monotonía monócroma de un sitio que ha sido por siglos muestra de tradición... ¿Acaso vendrá ahora una rueda de la fortuna para hacer de Puno la capital ferial del país?
¿O amarillo paja, como el de los barcos originales de totora de las islas de los Uros? Lo que antes estuvo relleno de totora hoy tiene un alto contenido de botellas de plástico reutilizadas: ahora se puede consumir cualquier coca-cola sin sentirse mal por ello, pues pasará a formar parte de los 3 mil envases necesarios para poner a flote esta embarcación. Lancha que abandona cada día este astillero informal, cual cuento de las mil y una noches: interminable y cíclico. 'Justamente hoy lo acaban de terminar y lo pondrán a flote...¿qué le parece cooperar con 10 solcitos..?'
Rojo Ladrillo, como el color de estas construcciones sui-géneris que muestran cómo el arte consiste no sólo en unir las formaciones pétreas sin dejar espacios en el medio, sino en combinar los colores para que el mundo admire la calidad arquitectónica y estética de sus creadores
Y de postre, el blanco. El blanco de este volcán que asoma sus nieves eternas a la mañana cusqueña. Una luna llena, un cielo azul, una enorme sonrisa en la cara y el delicioso sentimiento de un abrazo que se da a los amigos a manera de agradecimiento por los buenos kilómetros recorridos... no importa que nos tome otras 17 horas y nos roben un mp3: al Cusco, hemos de volver

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