Tuesday, September 12, 2006

Reivindicando a Colombia en 2006. Una visita por Bogotá y alrededores.

La invitación no sonaba nada mal: una semana en Colombia, visitando su capital, Bogotá, y paseando al menos un par de días por sus alrededores. Si el hotel no me costaba, porqué no ir a conocer esa tierra que, me habían dicho, cuenta con museos interesantes y, por si esto fuera poco motivante, donde las mujeres son guapísimas y sonrientes.

Salir del desteñido del invierno limeño era ya una buena oportunidad. Sin pensar más, el domingo hacia el medio día llamé a Avianca y reservé un boleto para la mañana siguiente: vuelo directo a las seis y diez de la mañana, con retorno el sábado posterior a las doce de la noche.


¿Y LOS PELIGROS DE LA CALLE?

Desde que tengo memoria me dijeron que Colombia era un país muy peligroso en el que si no te encontrabas a Pablo Escobar en la calle, probablemente te podrían secuestrar los guerrilleros, o más sencillamente, podrías presenciar un par de tiroteos matutinos, porque eso de salir en la tarde o bajando el sol, “ni soñarlo”, pues era prácticamente dirigirse al patíbulo. En Bogotá “la droga y los guerrilleros eran los peores enemigos del turismo”. Maldita televisión. Lo que encontré dista mucho de la realidad y me deja pensando, una vez más, que el león no es como lo pintan y que más allá de los sucesos de la realidad, que son innegables, la explotación de las emociones y sentimientos en los medios electrónicos, construye mundos más falsos que los que pintó Dalí.

Lo que me encontré, en cambio, fue un país lleno de colores, de mujeres guapas y de gente trabajadora que atiende al turista como estamos a acostumbrados a hacerlo los latinoamericanos: con una sonrisa en la boca, con condescendencia en los ojos y una mano abierta. El colombiano, adicionalmente, tiene un estilo lingüístico de mucho respeto: trato de “usted” hasta entre jóvenes y parejas, ¿elegante, no?

PASEO CITADINO

Un buen recorrido por la ciudad no debe olvidarse de al menos tres sitios: el Centro de la Ciudad, el Museo del Oro y Montserrate.

Pero comencemos un poco por la geografía bogotana. La urbe se teje como una larga metrópoli al pie de la sierra. En la capital todo es verde, pues el parque nacional “Cuencas de los cerros orientales” es una especie de pared montañosa perennemente boscosa que le hace fondo y limita el crecimiento hacia el lado oeste. Enclavado en el parque se encuentra Monserrate, una iglesia en la punta de la montaña, desde la que se tiene una excelente panorámica de toda la ciudad. No se preocupe el viajero, que no es preciso caminar entre el bosque por horas pues, aunque es una opción para los deportistas y amantes de la naturaleza, se puede llegar a través de un funicular o de un teleférico (o incluso subir en uno y volver en otro).

Una vez arriba, se puede disfrutar de alimentos y una sublime vista: hacia el verde de la montaña o a Bogotá.


En la base de la montaña se puede visitar la quinta en que vivió el Libertador, Simón Bolívar, para empaparse de un poco de historia y sentimiento latinoamericano. Continuando hacia el centro de la ciudad, habrá que pasar por la Plaza de Armas (también llamada Bolívar), donde se encuentran los poderes gubernamentales del país, así como el palacio presidencial, en donde sí encontraremos bastante vigilancia policíaca que probablemente nos pedirá revisar nuestras pertenencias para circular por el área… bien dicen que los shocks de la violencia son comúnmente posteriores a los hechos consumados. 

Nadie, con un mínimo interés por el pasado indígena de Latinoamérica puede dejar de visitar el Museo del Oro, en donde se puede ver una de las colecciones mas grandes de piezas de este metal (y otros) de la más fina talla y de los más distintos estilos y épocas. Quien quiera conocer el mito de El Dorado, no deberá perderse el audiovisual del tercer piso que además, lo dejará pensando en la grandeza de las culturas precolombinas.

Bogotá, una de las ciudades más culturales de América presenta espectáculos variados y exposiciones increíbles, como la de los Guerreros de Terracota de Xian, que se instaló en el Museo Nacional y de la que presentamos una pequeña muestra.

Uno de los grandes exponentes del país ha sido Fernando Botero, “El hombre que nos hizo querer más a los gorditos”, como dice un video de Avianca. El pintor y escultor entregó un enorme presente a la nación: donó una gran parte del acervo que en él se encuentra. Las piezas son tal vez un poco repetitivas al final, pero tienen esa chispa y muestran tanto amor por lo “llenito” que uno mismo sale sonriendo y reconociendo la certidumbre de aquel apodo que dice que “Más vale gordito que dé risa, que flaco que dé lástima”

¿Y LOS ALREDEDORES DE LA CIUDAD?

No podemos pensar que en Colombia ya se ha alcanzado el primer mundo, pues si bien es cierto que el sistema de transporte Transmilenio aportó un enorme salto cualitativo a la ciudad, también es cierto que las desigualdades sociales persisten y que las condiciones del país no son las mismas en todas las áreas: como en toda ciudad del continente, siempre vale más informarse sobre los lugares inseguros para evitar su visita, pero que ello no sea limitativo de la creatividad viajera.

Uno se puede subir al transporte público sin ningún riesgo y dirigirse en él hacia la terminal terrestre, de donde se abordará un autobús con dirección a Tunja o directamente a Villa de Leyva; la primera, una urbe relativamente grande y la segunda, un pequeño poblado tradicional de construcción colonial y ahora de moda entre los bogotanos para establecer las casas de campo.

Dos retenes militares nos bajarán un poco la moral de “lo bien” que se está en el país, pero no pasarán a mayores: una rápida revisión de documentos y, en uno de los casos, pertenencias, serán suficientes para llegar a destino.

Acá no hay que preocuparse por el sobrecupo del transporte público: ninguna empresa está autorizada a llevar más personas de las que pueden ir sentadas. Es también obligatorio el respeto de una máxima de velocidad de 80 km/h, y para ello se ha instalado un velocímetro a la vista de los pasajeros que emite un fuerte pitido una vez que se rebasa lo autorizado. Por supuesto que no falta chofer que desconecte el aparato, pero hay otro medio de control generalizado: en la Terminal terrestre, un anuncio plástico actualizado continuamente, lleva un récord de accidentes, heridos y muertos por compañía: elija el que mejor siente a su adrenalina y amor por la vida.

En Villa de Leyva se desarrolla cada año el concurso de cometas más grande del país y en la calle nos encontraremos ya a gente practicando con sus creaciones… lástima que la final sea el domingo y que nuestro cometa de marca Boeing parta un día antes.

Como todo lo que comienza tiene que terminar, ha llegado el momento de partir de esta tierra de simpáticas mujeres y buenos amigos. Inútil recordar que la vida nocturna en la zona rosa es de lo más cosmopolita y que uno encuentra igual pubs irlandeses que restaurantes mexicanos… e incluso colombianos. Una visita demasiado corta para un país tan bello, pero regresaremos a Colombia, por lo que nos faltó.

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